viernes, 28 de mayo de 2010

País amnésico

En un año, todo el entorno político partidario (es decir, la gente, pública o no, que vive de los partidos políticos) ha sufrido un profundo ataque de amnesia. Y aunque en algunos casos esa incapacidad de recordar el pasado pueda atribuirse a locura, senilidad o shock posconteo, no por eso deja de ser curioso lo simultáneo del estado en que se hayan por igual opinadores, escribidores, analistas, voceros y por supuesto titulares de las dos banderas partidarias más vendidas de El Salvador.
Primero, tenemos a los opinadores. Muchos de ellos, amparándose en las requeteconfiables encuestas, amén de en los sesudos análisis de gente de amplio e independiente criterio como Oppenheimer, Galeas, Membreño, Ivo, etc., daban por imposible un triunfo del FMLN, aducían que Mauricio Funes sería poco menos que el títere de Hugo Chávez, y que pronto todos andaríamos con boina, aleccionados por el temible Sánchez Cerén.
Ahora, en un giro retórico más bien pobre, estos mismos heraldos negros sostienen que Funes es un estadista notable (¡en un año!), y que su principal enemigo es precisamente el FMLN.
La construcción propagandística de estos señores, que nunca ha soportado más allá de la maníquea, intolerante y antidemocrática ecuación buenos versus malos (siendo los buenos sucesivamente Arena, Arena con Saca, Saca sin Arena, y los malos Héctor Silva, el Frente de Schafick, el Frente sin Schafick, Hugo Chávez) es ahora digna de literatura fantástica: el bueno, toda vez que no hay hoy por hoy un solo líder creíble en la derecha, ¡es Funes!
En el fondo, se trata de un ejercicio de coherencia no ideológica sino de modus operandi. Así como en algún momento, a este grupo de profesionales de la propaganda se les hizo más importante beneficiarse del poder económico y acceso a la información que suponía alinear en el equipo de Elías Antonio Saca (ojo, no de Arena o de su cúpula), ahora hacen lo mismo con Funes, y no necesariamente con el Frente. Ergo, usufructúan las necesidades sucesivas de agenda de los mandatarios, "un trabajo sucio que alguien tiene que hacer", diría uno de ellos.
La amnesia (es un eufemismo) de estos personajes es perniciosa, y no por todo lo que dejan de decir o por lo que no entienden, sino por todo lo que malinforman. Y lo más doloroso en muchos de los casos, hablando como contribuyente, es que más de alguno de estos come de mis impuestos, de los tuyos, de los de todos.
Sólo hagámonos una pregunta. ¿Por qué Funes no reveló los pagos a periodistas realizados durante la gestión Saca? Al menos un miembro de su círculo prometió revelar esos datos. Tal vez también a él lo atacó la amnesia.
En un próximo blog, la amnesia del Frente.

domingo, 9 de mayo de 2010

Adiós, maestro

Lo conocí siendo yo estudiante de octavo grado. Me impresionó que, además de conocer prácticamente cualquiera de mis pobres referencias bibliográficas con una erudición que no por eso lo volvía una persona inaccesible, era trabajador social.
De hecho, fue compañero de estudios de mi madre en la Escuela de Trabajo Social de El Salvador, de tal suerte que aquel hombre al que el total de mis compañeros del Externado San José conoció en aquel cine forum, en una fecha perdida de 1986, como "el licenciado Escobar", para mí ya era, merced a las historias que doña Rebeca contaba de él, "Paco Escobar", a secas.
Ese Paco Escobar del que mi madre me platicara tantas veces en mi preadolescencia era un personaje peculiar, lector de todo lo que se le cruzara por las manos, una potencia intelectual, un hombre generoso, un profesor por naturaleza, un dador de conocimiento, poeta, actor...
Pero ni siquiera la familiaridad con aquel hombre que todas aquellas historias me pudieron despertar me animó a dirigirme a él con un alias distinto al del resto de mis contemporáneos. Esa incapacidad de ponerme a su nivel siquiera al saludarlo por su nombre de pila me persiguió siempre. No la vencieron, ni los años en que fue mi maestro, ni los años en que fui instructor en alguna de sus materias, ni los años en que, ya iniciado en la profesión, me recibió para brindarme generoso consejo.
Si entonces nunca me atreví a decirle sino "licenciado", debo reconocer que siempre lo consideré más maestro que ninguna otra personas de las que he conocido y de las que quizá conoceré.
En homenaje a ese hombre, sólo me cabe decir que, más que su inteligencia, mas que su dominio de la estructura narrativa que lo convirtió en el mejor escritor salvadoreño del último cuarto de siglo, más que su capacidad de convivir en las diferencias pese a crecer en un entorno polarizado, y que incluso más que su profundo sentido de la justicia cristianamente entendida, lo que siempre admiré de él, lo que aprendí de él, fue que la soledad puede ser un método, puede ser una herramienta, e incluso una opción de vida, y que en ella hay tanto valor como en cualquier otra decisión que un hombre tome en su adultez, si al cobijarnos en ella hallamos la felicidad.
Gracias, maestro.

El funcionario

Columna de opinión publicada el domingo 23 de abril de 2017 en la edición print de La Prensa Gráfica, a propósito del presidente de PROESA ...