sábado, 13 de octubre de 2012

El error como método

La última eliminación nacional en la ruta mundialista, octava de forma consecutiva, se presta a toneladas de explicaciones, desde las más profundas hasta las más superficiales. 
Para que los visitantes de este blog alcancen una explicación lo menos fenoménica posible, comparto algunos datos, todos publicitados en su momento pero cuyo conjunto los vuelve tan valiosos como la primera vez, o al menos eso espero. Es sólo que, como método, adivinar lo que ha pasado no es una herramienta recomendable.

EL HOMBRE QUE NUNCA ESTUVO
El primer dato tiene que ver con el ex seleccionador Ruben Israel. El uruguayo no se sintió a gusto prácticamente desde que se bajó del avión que lo trajo a San Salvador en abril de 2011, y en aquel momento nada tenía que ver el periodismo, sino esos detalles que terminan minando la relación de la Fesfut con la corta y onerosa lista de entrenadores extranjeros que contrató en el último cuarto de siglo.
Esos detalles van desde no contar con un seguro médico de amplia cobertura hasta si hay equipación deportiva de su talla, facilidades de transporte, y en general el nivel de vida al que aspiran los Milovanes, De los Cobos o Israeles versus la realidad económica de la institución. En resumen, que no hubo feeling desde el principio, y que la relación entre el uruguayo y el comité ejecutivo fue a los tropezones, con más momentos bajos que altos, incluyendo dos renuncias antes de su salida final.

EL AUXILIAR IMPOSIBLE
Esa relación se tensó aún más por dos temas: la contratación de su auxiliar técnico y las publicaciones sobre el amaño de partidos hechas por El Gráfico.
Sobre el auxiliar técnico, el deseo de Israel era librarse de la dupla de nacionales José Luis Rugamas-Mauricio Alfaro, así como del preparador físico, el argentino Esteban Coppia, y contratar a su hermano.
La Fesfut, atajando lo que habría sido una polémica monumental, si bien acuerpó  la exclusión de los mundialistas y de Coppia, no cedió a la pretensión del entrenador de fichar a su hermano Gustavo.
El desgaste que supuso este movimiento fue terrible, un desacierto de comunicación por adonde se lo mire. En privado, el tira y encoje entre Jaime Rodríguez, presidente del INDES, y Carlos Méndez, de la Fesfut, por la continuidad de los nacionales en el cuerpo técnico erosionó las relaciones entre las instituciones.
El clímax de esta tirantez fue la filtración, vía El Gráfico, de la traída y llevada carta comunicando la retención de fondos a través de la cual la federación publicitó un desencuentro que hasta entonces el Instituto quería mantener convenientemente en privado.
A Israel le faltó tacto en el manejo de la situación, al punto de que comunicó su exclusión de los planes a los miembros de su staff (y no a todos) vía correo electrónico. Todo aquel que se enteró del episodio y tenía vínculos con Rugamas, o con Alfaro o con Coppia, tomó partido de inmediato al considerar aquello un despropósito profesional.
¿Por qué Israel actuó de aquel modo? Simplemente porque dejó de preocuparse por las maneras en la medida que se sintió víctima de un complot urdido  por el titular del Instituto con la cooperación de algunos comunicadores, una lectura de los acontecimientos con la que simplificó trágicamente el entorno reduciéndolo al concierto de sus "amigos" y de sus "enemigos". Si finalmente se percibió que había bloques de opinión es porque ciertamente se formaron pero por inercia y diversidad de criterios alrededor de su trabajo; algunos comentarios fueron desde un ángulo más personal que profesional, pero esa ha sido una constante en la crítica deportiva en El Salvador.
Desde ese momento, la suya era una salida anunciada.

SINGAPUR
Respecto de las publicaciones sobre el amaño de partidos, sobre los contactos de la empresa del delincuente Wilson Raj Perumal y sus asociados con la Fesfut, las acusaciones de ex directivos y el ex entrenador del FAS Alberto Rujana contra una decena de futbolistas, y la posibilidad de que algunos seleccionados se dejarán ganar en un amistoso en Tampa en febrero de 2010, Israel acuerpó siempre a sus pupilos sin prejuzgar a ninguno.
Sin embargo, el inaceptable segundo tiempo ante México en Copa Oro y datos provenientes de Singapur respecto del posible amaño de ese partido habrían lesionado la confianza del entrenador en el entorno.
La salida de varios jugadores titulares en Copa Oro de las convocatorias posteriores no fue casualidad, al punto que comparando al equipo que paró ante México en aquel torneo con el que enfrentó en casa a República Dominicana al inicio de la eliminatoria, hubo seis bajas.
Tampoco abonó a su confianza enterarse que uno de los empleados de Raj Perumal, el maliense Gaye Alassane, involucrado en sobornos a jugadores panameños en la Liga de Campeones de la CONCACAF, no sólo organizó el partido Costa Rica-El Salvador de octubre de 2010 sino que convivió con los seleccionados cuscatlecos en Ciudad Quesada (compartió una comida con ellos e incluso se dejó ver con ropa deportiva de la selección).
Este conocimiento no llegó al seleccionador vía Fesfut ni miembros de su staff, ni siquiera de los que dirigieron al equipo en aquel momento (Rugamas, Coppia, etc.), sino por las publicaciones de prensa. El entrenador también supo merced a las revelaciones periodísticas que la federación cargó con los gastos de alimentación y hospedaje de Alassane, pese a que públicamente el titular de la Fesfut negó haberse reunido con africano alguno antes del partido.  

EL PORTAZO EN LA CARA
Desmotivado, sin sentirse apoyado por la federación en coyunturas específicas, Israel fue arrinconándose y aislándose. Sus juicios sobre el periodismo deportivo nacional revelan que renunció a la autocrítica y que leía todo en clave maniquea.
Su último cartucho fue el empate en San José; en sus cálculos figuraban los encuentros contra Guyana, pero la retención de fondos de la cual la federación fue objeto tras la precipitada decisión de Jaime Rodríguez así como el interés del paraguayo Libertad por sus servicios, una puerta que mantuvo abierta durante meses por obra y gracia de sus contactos en aquel país, lo convencieron de largarse, otra vez descuidando las maneras. El modo en que se fue sólo confirma que el comité ejecutivo había dejado de merecerle respeto meses atrás.   El presidente de la Federación apenas pudo hablar con él por teléfono un lunes luego de haber tomado un avión el fin de semana.

UN ALBUR, LITERALMENTE
La Fesfut no contaba ni en sus cálculos más pesimistas con la renuncia de Ruben Israel. Por eso no tenía un plan b. En el análisis del comité ejecutivo, el riesgo de un plantón técnico se había agotado luego del pistoletazo de salida de la tercera fase eliminatoria.
Por eso, se recibieron currículos tan heterogéneos, toda vez que no había siquiera un perfil definido que les interesara. La opción más rápida, que era ascender al argentino Juan Sarulyte de auxiliar a entrenador en jefe, fue descartada pronto, luego de algunas declaraciones a periodistas que los federativos consideraron poco afortunadas, y a que ciertos pesos pesados del vestuario, jugadores que por militar en el equipo que es administrado por la familia de Méndez Cabezas tienen ascendente sobre este, no estaban de acuerdo.
En la recta final, descartada la opción de Agustín Alberto Castillo o la del portugués Guilherme Farinha (ex entrenador del guatemalteco Municipal, adonde dirigió a los sancionados de por vida Guillermo Ramírez, Yoni Flores y Gustavo Cabrera durante el 6-1 ante el Santos de octubre de 2010 que es investigado por CONCACAF por presunto amaño), y luego del decisivo lobby del mismo presidente de la entidad, se eligió al mexicano Juan de Dios Castillo.
Castillo no sólo no conocía a los futbolistas que venían siendo titulares, sino que ignoraba todo el contexto de jugadores dados de baja desde Copa Oro (y las razones de esas bajas).
Si algunas de sus decisiones parecieron antojadizas es porque lo fueron, no sólo en materia de confección de la alineación sino en la anulación per se de todo lo trabajado por su antecesor, métodos de entrenamiento con desdén por lo físico, y una indolencia para ensayar lo táctico, sobre todo después del 2-2 con Guyana; en otras decisiones, como la de reunirse con algunos periodistas y entrenadores, influyó la presión ejercida por el comité, que se dio cuenta del error de su contratación cuando ya era tarde y que con ese "acercamiento" quiso reclutar apoyos, sobre todo periodísticos, en caso de desastre. 
Castillo no supuso una solución sino nuevos problemas. Áspero con los medios al igual que su antecesor, con un discurso inflado de lugares comunes y albures, con un concepto más anticuado que clásico del rol de seleccionador, supo pronto que si no sacaba el trabajo, jugaría brevemente el papel de chivo expiatorio y que se exigiría su despido.

Una octava eliminación consecutiva no es casual. En la Centroamérica futbolera, sólo le ha ocurrido a Guatemala y Panamá, pero ellos han clasificado a mundiales juveniles en el mismo periodo. Es decir, venimos haciendo algo mal, haciéndolo peor que los vecinos, desde hace 30 años. Esa es la matriz de los despropósitos que, cada cuatro años, aporta nuevos apellidos y el mismo resultado.

El funcionario

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