jueves, 16 de marzo de 2017

Simplificación y propaganda

Si el periodismo español luce mal con forofos disfrazados de analistas a uno y otro lado, peor se ve el salvadoreño adoptando un pleito barriobajero.


El arbitraje del Barcelona-PSG, el 8 de marzo en Camp Nou, fue desastroso. Deniz Aytekin (alemán, 38 años) no sancionó un penalti de Javier Mascherano contra Ángel di María, y pitó dos a favor del Barcelona, uno de ellos bastante discutible.
Aytekin no era la mejor carta para ese partido. Este año, había pitado siete veces antes del 6-1 azulgrana; en tres de ellos superó las cuatro tarjetas, y en febrero arruinó un partido de Copa Alemana entre el Borussia Dortmund y el Hertha de Berlín, en el que sacó 10 amarillas y una roja.
En una escogitación al azar, comparando a Aytekin con otros dos árbitros que dirigieron vuelta de octavos de final de la UCL, el ruso Sergei Karasev (pitó Atlético de Madrid-Bayer Leverkusen) y el rumano Ovidiu Hategan (administró el Juventus-Oporto), queda clara la propensión del alemán a recurrir a la roja y a sancionar penaltis por encima del estándar.
En sus 54 partidos internacionales, exhibió un promedio de 0.46 penaltis, 0.3 expulsiones y 4.28 amonestaciones (http://worldreferee.com/site/copy.php?linkID=7373&linkType=referee&contextType=stats para una mejor descripción). Eso es el doble del ratio de penaltis de Hategan, que tuvo 0.19 expulsiones por partido. Ni siquiera Karasev, que apenas inicia su quinto año como internacional, tuvo números tan altos, y rozó el 3.31 en amonestaciones por salida.
El alemán es pues un árbitro al que puede definirse como tarjetero y con el penalti fácil. Sólo el apadrinazgo de Senez Erzik, vicepresidente del comité arbitral de la UEFA, y de otros funcionarios en la mesa de las designaciones continentales le permitió llegar a ese partido, con el resultado ya descrito.
Su actuación basta para no ponerlo a pitar en lo que queda del calendario UEFA 2016-2017. Pero, ¿su nombramiento es entonces una prueba de que la UEFA conspira a favor del Barcelona o en contra de otros clubes europeos, el Real Madrid entre ellos? ¿Sus errores lo demuestran? En lo absoluto. Y sobre lo infantil que resulta esa teoría es que va la segunda parte de este post.

Puntos suspensivos

La penosa performance de Aytekin se transformó en materia prima de la fábrica de descalificación mediática que el Barcelona y el Real Madrid tienen montada en sus áreas de influencia desde hace décadas.
Así funciona el periodismo deportivo español, y no han habido Segurolas ni De la Morenas que puedan detenerlo. El elogio es superlativo ("lo que ha hecho este Barça es lo más grande que se ha visto jamás" escribió Lluís Mascaró, director adjunto de Sport), y la crítica es superlativa, un efecto lógico cuando los periodistas y el medio para el que escriben se declaran abiertamente aficionados de un equipo y de los valores que le achacan, amén que forman parte de la misma mercadotecnia de un modo intrínseco.
Repentinamente, el triunfo del Barcelona se convirtió en la reivindicación de un estilo de juego, toda una imprecisión de parte de los analistas catalanes y proculés pues esa misma filosofía deportiva de la que hablan se fue diluyendo desde la salida de Josep Guardiola; es más, Luis Enrique llegó con el objetivo de alejar al Barcelona de ese abrevadero, no con el de darle continuidad. La ausencia de autocrítica en el camerino que dirige el asturiano tiene mucho que ver con este exitismo tan poco guardiolesco; en el club en el que jugar bien era preferible a ganar mal, ahora se está más cerca de Schuster que de Cruyff.
Y a la inversa, desde el otro patio se le endilgan al Barcelona unos favores arbitrales continuos que sólo se explican con una hipótesis a lo Fox Mulder según la cual la UEFA le ha facilitado arbitrajes condescendientes en la última, ¿qué?, ¿década? Sólo esa hipótesis, y no los méritos de planificación de Begiristain ni el talento de la planilla dirigida por Guardiola, explicarían la importancia del Fútbol Club Barcelona como modelo de juego en este siglo.
Esa simplificación absoluta de la historia del fútbol es una posición razonable viniendo de los aficionados madridistas de pura cepa, pero inaceptable del periodismo, a menos que se cuente con siquiera un indicio estadístico, o mejor aún con la confesión de Aleksander Ceferin.
Cuando los que reproducen en los medios de comunicación esas teorías y esas posiciones no son periodistas españoles sino salvadoreños, sólo caben unos avergonzados puntos suspensivos. Suficientes porquerías ocurren en el fútbol salvadoreño como para malgastar tiempo de análisis en teorías conspirativas allende el Atlántico. Hay charlas que sólo caben en un cafetín universitario.

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