martes, 18 de agosto de 2009

Cosecha agostina

Esta columna, que publiqué recién en la revista "Séptimo Sentido" de LPG fue producto de mi última vacación. En un principio pensé intitularla "Apocolíticos", "Poligrulladas", y otras salarruelencias que obviamente le saldrían mejor al Maestro Puesiesque que a este servidor. Al final, la dejé en "Un futuro sin ellos'', que tiene un su olorcito a título de telenovela mexicana pero qué le vamos a hacer... eran las vacaciones, carajo. Bueno, hela aquí...

Para ser político en El Salvador, no es necesario ser inteligente, honrado, conocer a profundidad algo (lo que sea), bonhomía. No se requiere de capacidades especiales; lo único que se exige es militancia. La militancia es un derecho: algunos pertenecen al 20-30 (no, Ciro, la de José José es 40-20), o a la Asociación de Esposas de Diplomáticos, a la Logia de Jugadoras de Canasta o a la Unidad de Vendedoras de Canasto; los partidos políticos salvadoreños son lo mismo, solo que con nombres menos creativos y requisitos poco originales.

Hay muchos casos en los que solo la militancia explica la continuidad en algunos cargos públicos o de elección popular de gente con tan pobres credenciales, no digamos académicas o intelectuales, sino morales. Tenemos uno que se agarró a tiros con la Policía, a otro que parece empleado de los transportistas, a enriquecidos con plazas fantasmas, a una buena argolla de gente que ahora medra bajo el mote de asesores de fracción, a una buena tanda de fracasados candidatos a alcaldes ahora pensionados como gobernadores...

Como fresca burla para los ciudadanos, surge ahora un “nuevo” movimiento, algo así como la galería de bribones de Dick Tracy, reclamando apertura, en un ataque de civismo del cual creíamos que gente como Arévalo, Ríos o Umaña ya estaban vacunados, después de años de vivir de espaldas a la ciudadanía. Lo que nos faltaba, el lobo contando la fábula después de haberse zampado a Caperucita.

Merced a la incapacidad, el descaro y la falta de pantalones de toda esta gente, la democracia salvadoreña continúa a fuego lento, más cruda que mal cocida. Grosero ejemplo fue la reciente elección del tercer magistrado propietario del TSE, una coyuntura ideal para que, por primera vez en la historia de las instituciones nacidas con los Acuerdos de Paz, se asignara un cupo siquiera anecdótico a la sociedad civil quitándoselo a un entenado de los institutos políticos. Pero no. La plaza fue para el PCN, un partido que, si de la “soberana” voluntad del electorado dependiera, ni siquiera existiría.

Hacer del servicio público una carrera, no un chance, y de la política un terreno para la discusión y el acuerdo en vez de para el insulto, la charada maniquea y la componenda, sería poco menos que subvertir el modo de las cosas. Para hacerlo, una de las claves es dejar de contar con los partidos políticos existentes, ninguno de ellos interesado en otra cosa que recuperar o conservar el poder. El FMLN ganó una elección, pero lo suyo no es transformar la sociedad. Es una cuestión de ADN; como algunos de sus ministros ya lo están demostrando, eso de ser reaccionario no es cuestión de ideología sino muchas veces de estricta edad. Su rol histórico parece consumado, y de ARENA no puede decirse menos, ahora queriendo vender la idea de una renovación liderada por un ex presidente de la República.

El futuro siempre funciona. En el del que quiero para el país que quiero, no veo políticos, sino a ciudadanos haciendo política. ¿Ese cambio requiere de nuestros actuales partidos? Todavía...

1 comentario:

  1. Excelente columna.
    De hecho, cite parte de ella en un post de mi blog.
    Por lo general, estoy de acuerdo con lo que escribe, aunque no siempre.
    Sé que soy un anonimo para ud. pero una vez lo salude en rest. mexicano de Santa Elena que no recuerdo como se llama. Es la primera vez que me atrevia a saludar a una "celebridad", tal y como las concibo yo, aunque tengo la impresion que no le gusto que interrumpiera la conversación que sostenia con un amigo. Lo siento, solo que eso fue hace mucho y temo que todavia tenia olor a borrador y lapiz (que todavia lo tengo pero menos).
    Hoy no me atreveria, pero en aquellos tiempos, la razon del porque compraba EDH era unicamente porque escribian columnas ud. Jose Luis Sanz y Herman Bruch hijo.

    Saludos.

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